Las primeras religiones adoraban a la diosa de la fertilidad, la diosa madre, posteriormente, se adoró a la pareja divina, como Ometecuhtli y Omecihuatl Dioses Aztecas de la Dualidad, Isis y Osiris y muchas otras parejas «divinas», hasta que llegó el patriarcado y el monoteísmo, con Yahvéh o Jehova, un único dios masculino y de la religión judía se eliminó a Asherah (llamada en ocasiones Astarot), una deidad dadora, como la Ishtar babilónica, o la Astarte griega, quedando asi eliminada la deidad femenina, relegada al olvido.
La diosa madre, pareja de Yahveh, fue excluida dolosamente de la Biblia, en el camino a la construcción paradigmática de la hegemonía masculina.
En tiempos anteriores al monoteísmo patriarcal -instaurado en occidente por el judeocristianismo y responsable de sembrar las bases para una conciencia que enaltece los valores masculinos de conquista, expansión y explotación de la naturaleza- prevaleció una concepción religiosa de la divinidad como pareja: Diosa Madre y Dios Padre.
Según la investigadora de la Universidad de Exeter, Francesca Stavrakopoulos, originalmente, las denominadas grandes religiones abrahámicas -hoy los tres mayores monoteísmos de la cultura humana- adoraron también, junto a Yahveh, a la diosa Asherah (llamada en ocasiones Astarot), una deidad dadora, como la Ishtar babilónica, o la Astarte griega; en cualquier caso, arquetipos de la divinidad femenina, como la Luna, la Tierra y Venus.
Stavrakopoulos basó su hipótesis en el estudio de antiguos textos, amuletos y figuras, hallados en…
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